miércoles, 29 de septiembre de 2010

Fábula de las tres orugas


Tres orugas que estaban a punto de convertirse en mariposas, se dispusieron a buscar un lugar para vivir su metamorfosis, con sus cuerpos inflados, les resultaba difícil moverse, así la primera oruga no se dio el trabajo de buscar un buen sitio y se quedó tendida al sol donde le pareció mas cómodo y comenzó a envolverse en su camisa de seda. Apenas había tejido una minúscula parte de su envoltorio, cuando de pronto un ave, tapando el sol con sus alas, la vio ahí al descubierto y sin mediar ningún esfuerzo la atrapó y se la llevó a su nido.

La segunda oruga, viendo lo que le había pasado a la primera, se arrastró y arrastró buscando un escondite seguro, finalmente descubrió una pequeña grieta en el tronco de un árbol, con mucho esfuerzo se fue introduciendo, su abultado cuerpo casi no le permitía ingresar, se escondió cada vez más hasta que se perdió en las sombras,-aquí estaré segura-, pensó y comenzó a tejer su camisa de seda quedando aún mas encerrada. Sufrió su metamorfosis, pero, al tener tan poco espacio, más el largo de sus alas y los restos de su capullo de seda, no le permitieron salir y se quedó atrapada, viendo la luz al final de la grieta, hasta que a los pocos días murió de hambre y de sed.

La última oruga, en cambió, se arrastró y buscó detenidamente un lugar que le permitiera pasar de manera segura su cambio, que aunque tuviera un difícil acceso, tampoco le fuera imposible salir, encontró un lugar así en un claro entre las zarzas, aunque rodeado de espinas, había vegetación en el centro y tampoco le costaría tanto salir volando, una vez que fuera mariposa. Así, con esfuerzo se deslizó entre las espinas, subió por el tallo de una planta de flores pequeñas y hojas amplias, y debajo de una de ellas colgó su capullo. Pasaron los días y se transformó en mariposa, una monarca de alas amplias de brillante rojo y negro.

Se preparó para su primer vuelo y aunque le costó un poco logró salir de su refugio y voló y voló hasta perderse en la lejanía.

Moraleja:

La ausencia total de seguridad es un desatino, exponerse a los riesgos innecesarios, es entregarse a la fatalidad irresponsablemente, por otra parte un exceso de protección, puede convertirse en una prisión, la vida se te pasa mientras temes por tu vida, en cambio sopesar los riesgos, asumirlos y enfrentarlos en condiciones controladas, requiere de mayor esfuerzo, pero siempre tiene una mayor recompensa.